NUEVA YORK.- El partido Alternativa para Alemania (AfD) quedó en segundo lugar en las elecciones federales del domingo, duplicando su porcentaje de votos en comparación con los resultados de hace cuatro años, en el desempeño más fuerte de un partido de extrema derecha en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Algunos sectores del partido, conocido como AfD, fueron clasificados como extremistas por los servicios de inteligencia alemanes.
¿Cómo pudo suceder esto en Alemania, un país cuya historia dejó una dura lección sobre los peligros del extremismo de derecha?
Muchos expertos señalaron el papel de la inmigración, particularmente la llegada masiva de refugiados musulmanes de Siria y otros países de Medio Oriente a mediados de la década de 2010, lo que llevó a muchas personas a abandonar a los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha.
Sin embargo, nuevas investigaciones sugieren un factor adicional. La AfD logró sus mayores victorias en la antigua Alemania del Este, donde los jóvenes han estado emigrando de las antiguas regiones industriales y rurales en busca de oportunidades en las ciudades.
Estas regiones más pobres entraron en un ciclo demográfico de declive: un círculo vicioso de disminución y envejecimiento de la población, deterioro de los servicios públicos y un crecimiento económico estancado, lo que creó un terreno fértil para la AfD. Y como el partido de extrema derecha es firmemente antiinmigración, su ascenso generó presión para reducir los niveles de inmigración, lo que agrava aún más los problemas derivados de una población en declive y envejecida.
Tendencias similares podrían repetirse en gran parte del mundo desarrollado.
Las regiones que fueron dejadas atrás
Durante años existió una correlación muy fuerte entre el nivel de emigración y el apoyo a la AfD, particularmente en la parte oriental del país, donde el partido obtuvo el primer lugar en la mayoría de las circunscripciones el domingo.
En las décadas posteriores a la reunificación de Alemania en 1990, gran parte de la población del este comenzó a mudarse a ciudades y regiones ricas del oeste que ofrecían mejores oportunidades. Muchos alemanes orientales también esperaban un “dividendo de paz” tras la unificación, que nunca se materializó.
“Estudié en el este de Alemania, así que lo he visto de primera mano”, dijo Thiamo Fetzer, profesor de economía en la Universidad de Warwick en Inglaterra y en la Universidad de Bonn en Alemania, que investiga cómo las medidas de austeridad y los recortes en los servicios locales impulsan el apoyo a los partidos populistas de extrema derecha.
A diferencia de otras economías de Europa del Este, como Polonia, que tuvo algunos años para ajustar su economía antes de unirse a la Unión Europea en 2004, el este de Alemania recibió lo que él describe como una “terapia de choque”.
“Las personas con capital humano se iban, y las que se quedaban atrás, quedaban realmente rezagadas”, explicó.
Las personas que emigraron de esas regiones tendían a ser más jóvenes, en su mayoría mujeres y con mayor nivel educativo, todas características que, estadísticamente, hacen menos probable que voten por la extrema derecha. En cambio, los que permanecieron pertenecían en mayor proporción a los grupos demográficos más propensos a apoyar a la AfD.
Si este fenómeno de selección fuera el único factor en juego, no tendría un gran impacto en un sistema político como el de Alemania, diseñado para ser altamente proporcional: los partidos obtienen representación en el Parlamento en función de su porcentaje de votos a nivel nacional, por lo que no debería importar demasiado si sus votantes están concentrados en ciudades o distribuidos en todo el país.
Pero no es lo único que sucede. Un nuevo estudio encontró que, a medida que la emigración reduce la calidad de vida en las regiones “abandonadas” de Europa, la población local tiende a culpar al gobierno nacional y a los partidos tradicionales por el declive, lo que los lleva a volcarse aún más hacia la extrema derecha.
“En muchas de estas zonas abandonadas hay una sensación de que el gobierno no se preocupa por ellos”, explicó Hans Lueders, investigador del Hoover Institution de la Universidad de Stanford, quien está escribiendo un libro sobre migración interna y política alemana.
Lueders descubrió que los partidos tradicionales hacen menos campaña en estas regiones y reclutan menos candidatos allí, lo que reduce aún más la conexión entre los problemas locales y la política nacional.
“Eso refuerza toda la narrativa populista de la extrema derecha de que los partidos tradicionales están abandonando esas áreas”, señaló. Los partidos de extrema derecha, que suelen posicionarse como defensores del pueblo contra una élite corrupta o desconectada, están bien posicionados para atraer a quienes perdieron la fe en el statu quo.
El ‘círculo autodestructivo’ se acelera
La AfD, al igual que otros partidos de extrema derecha, culpa explícitamente a los inmigrantes de los problemas de Alemania. Exigieron límites a la inmigración y pidieron la “devolución” y “repatriación” de inmigrantes.
Se propusieron iniciativas para mejorar la calidad de vida y las economías en las regiones abandonadas. Sin embargo, la mayoría de los expertos coinciden en que la inmigración es una de las pocas soluciones viables a los problemas del envejecimiento y la reducción de la población, no solo en Alemania, sino en todo el mundo desarrollado. Por eso, el éxito de la AfD y de otros partidos de extrema derecha amenaza con generar un ciclo autodestructivo: la reacción política ante los problemas de estas regiones termina por empeorar la situación.
A largo plazo, esto podría hacer que toda Alemania se parezca más a esas regiones en declive: una población envejecida y en disminución, con dificultades para mantener los servicios públicos y el crecimiento económico. Los límites a la inmigración dificultan la búsqueda de trabajadores necesarios para la atención sanitaria y otros servicios esenciales en una sociedad que envejece.
“Son precisamente las regiones que más se beneficiarían de la inmigración —en términos de atención a los ancianos, cuidado infantil y trabajos en el sector de servicios— las que parecen estar más en contra de ella”, explicó Lueders.
Y aunque la división entre el este y el oeste hace que este problema sea especialmente marcado en Alemania, un proceso similar está ocurriendo en gran parte del mundo desarrollado.
“Esto es cierto en Europa, en Estados Unidos y en muchas otras economías avanzadas. En estas regiones periféricas, las personas en edad laboral están emigrando”, dijo Rafaela Dancygier, profesora de ciencia política en la Universidad de Princeton y autora principal de un nuevo estudio sobre las consecuencias de la migración interna. Según ella, al igual que en Alemania, esta tendencia está impulsando el auge de la extrema derecha y llevando a los partidos tradicionales a adoptar posturas antiinmigración en un intento —generalmente fallido— de recuperar a esos votantes desencantados.
“El círculo vicioso continúa”, concluyó.
Por Amanda Taub
Publicado en el diario La Nación