Clarín – los perros como nuevos protagonistas de la narrativa contemporánea
En los últimos tiempos, el “giro animal” fue una tendencia de la cual se habla cada vez más en las ciencias sociales. Se trata de un interés académico cada vez mayor en las relaciones entre humanos y otros animales, en el papel y el estatus de los animales en la sociedad desde nuevos términos. Uno de los libros que más circuló en relación a esto fue ¿Qué dirían los animales si les hiciéramos las preguntas correctas?, de la filósofa belga Vinciane Despret, editado en el país por el sello Cactus. Es muy interesante cómo allí cuestiona todo lo relacionado al mundo animal a partir de ejemplos particulares: desde dónde nos posicionamos para observar hasta cómo hemos construido un nosotros humano ajeno a la naturaleza.
¿Qué dirían los animales si les hiciéramos las preguntas correctas?, de la filósofa belga Vinciane Despret, editado en el país por el sello Cactus. Foto: gentileza.El boom no ha dejado de crecer y, en particular, llama la atención como la cultura suele interesarse en particular en un animal considerado el mejor amigo del hombre. Desde películas a series de televisión, videojuegos o comics, los perros han protagonizado los productos culturales desde tiempos inmemoriales colándose en la discusión pública. Sin ir más lejos, los perros del presidente actual, Javier Milei, y de su antecesor, Alberto Fernández, han sido motivo de cataratas de noticias. Sobre todo el misterio alrededor del famoso Conan.
El amigo, de la estadounidense Sigrid Nunez. Foto: gentileza.Hablar con los perros
Desde Mi perra Tulip, de J.R. Ackerley hasta Doberman, de Gustavo Ferreyra, los perros y la literatura han forjado un maridaje frecuente. En Kaidú (Tusquets), Paula Pérez Alonso, la relación con el perro del título no es metafórica: es un pacto emocional que sostiene a la protagonista en un territorio de silencios y desacomodos. Reflexiona sobre el modo animal de percibir el mundo. El amigo, de la estadounidense Sigrid Nunez, cuenta una amistad entrañable con un gran danés que le valió el National Book Award que había quedado sólo luego del suicidio de su dueño. El can, en este caso, se vuelve un faro para atravesar el duelo y pensar qué queda de nosotros cuando desaparece aquello que amábamos.
Otro interesante título en donde también un perro cobra protagonismo es La perra (Random House), de la colombiana Pilar Quintana. Su trama se centra en Damaris, una mujer que pasa sus días junto a Rogelio, su pareja, en lo profundo del Pacífico. Durante años, su relación estuvo atravesada por la infructuosa búsqueda de un hijo. De pronto, en uno de los mayores pozos de desesperación, la vida le da una nueva oportunidad a través de la adopción de una perrita.
Kaidú (Tusquets), Paula Pérez Alonso. Foto: gentileza.En tiempos que muchos describen como inhumanos, resulta llamativo –¿paradójico, acaso?– que proliferen libros donde la ternura, la compañía y la cercanía interespecie ocupan un lugar central. ¿Será una respuesta? ¿Una búsqueda de amparo? ¿O simplemente un modo de nombrar aquello que todavía no sabemos formular sobre nosotros mismos?
La industria editorial continuó este año profundizando el matrimonio entre perros y libros. Uno de los lanzamientos más llamativos fue El gran danés, primera novela de la escritora y artista visual Corina Bistritsky. Editada por Almadía, allí cuenta la historia de una joven recién separada, un poco perdida en la vida y con anhelos de convertirse en escritora que de pronto, un día se cruza con un enorme gran danés que termina transformando su existencia.
El gran danés, primera novela de la escritora y artista visual Corina Bistritsky. Foto: gentileza.Se representa muy bien como el perro puede contener tanto la ternura como lo inexplicable, la más insondable otredad. El vínculo que se arma entre ellos es simple y, a la vez, profundamente significativo: una compañía que no obliga, que no demanda, pero que transforma. La novela sugiere –sin afirmarlo nunca del todo– que la ternura puede aparecer en los lugares menos espectaculares.
La marca editora también publicó una conferencia de la filósofa y docente francesa Hélène Cixous titulada Animal amor. Allí la autora, ganadora del Premio Formentor 2025, se despacha con una serie de anécdotas de sus mascotas que la llevan a tratar de entender la sensibilidad animal y a entrecruzarse con lo humano. “Cuando escribo me vuelvo una suerte de animal”, revela.
La perra (Random House), de la colombiana Pilar Quintana. Foto: gentileza.Todavía tengo algo que decir de Florencia Gómez García (Fondo de Cultura Económica) escrito a modo de diario entrecruza a la protagonista, su perro cocker Samuel y Rosa, una misteriosa mujer que conoce en un spa. “Cuando Rosa dejó de hablar del problema habitacional le pregunté si quería venir a vivir unos días a casa con Samuel y conmigo y dijo que sí”, anota, dando inicio a la peripecia en un tono más ligado al humor, al sarcasmo y a la narración de mujeres adultas mayores, algo que cada vez, enhorabuena, va conquistando más terreno en la literatura.
Discusiones más amplias
Estos libros también resuenan en discusiones más amplias. La filósofa Donna Haraway habló de “companion species” para pensar la convivencia humana y animal como un proceso mutuamente constitutivo. Despret propone que los animales nos obligan a pensar de otro modo, a ampliar el campo de lo posible. En ese marco teórico, las historias de perros ya no se leen como simples metáforas: son ensayos vivos sobre cómo cohabitar el mundo.
Todavía tengo algo que decir de Florencia Gómez García. Foto: gentileza.Lo cierto es que esta oleada literaria no ofrece soluciones. Propone miradas, tiempo, respiración compartida. Los perros que habitan estas páginas se sientan a nuestro lado sin pedir nada más que atención. Y, en esa presencia silenciosa, obligan a preguntarnos qué queda de la sensibilidad cuando todo alrededor invita al endurecimiento. Tal vez, entonces, la literatura no esté hablando solo de animales, sino de nosotros.
“¿Qué veías allá, sobre las islas, cuando enhestabas las orejas?”, se preguntaba el poeta entrerriano Juan L. Ortiz en aquel hermoso poema que le dedicó a Prestes, su galgo. “Pobres los perros / Repetíamos / que se nos mueren antes,/ se van en episodios que ni ellos entienden. / Y dejan esa memoria rara, que no termina de ser trágica ni cómica”, escribió otra poeta, Laura Wittner, intentando cifrar el misterio en versos.
La marca editora también publicó una conferencia de la filósofa y docente francesa Hélène Cixous titulada Animal amor. Foto: gentileza.Surgen nuevas preguntas: ¿por qué ahora? ¿Por qué en este contexto, cruzado por enojos públicos, discursos crispados y figuras políticas que hacen de sus animales un gesto identitario o incluso performático? ¿Qué cifra ese amor por los perros en un presente donde escasean otras formas de cuidado? Tal vez no haya una única respuesta. Quizá estas obras funcionan como espejos de inquietudes que todavía no sabemos nombrar.
