Clarín – La historia no contada de las mujeres en la Escuela de Frankfurt

En las costas del pensamiento, la Escuela de Frankfurt siempre atrae a quienes navegan entre los oleajes de la teoría crítica, las sospechas sobre las prácticas del poder, y el asedio de los dogmatismos.
La constelación frankfurtiana arquetípica, hasta ahora, es la de sus grandes pensadores, como Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse y, en líneas de reflexión paralelas y afines, Walter Benjamin. Pero un giro revisionista sobre la historia de la escuela del pensamiento neomarxista nacida en Frankfurt puede conceder su debido lugar a las mujeres que también avivaron las llamas teóricas frankfurtianas mediante sus aportes: asistentes, bibliotecarias, taquígrafas, secretarias, la energía intelectual de varias investigadoras.
Esa dimensión humana femenina unida a la grandeza filosófica de la Escuela de Frankfurt es el camino que transita En las sombras de la tradición. Una historia de la escuela de Frankfurt en perspectiva feminista, con investigaciones de Christina Engelmann, Lena Reichardt, Bea S. Ricke, Sarah Speck y Stephan Voswinkel. Una excelente edición de Eterna cadencia, con prólogo de Verónica Gago, y la traducción de Martina Fernández Polcuch, con el apoyo del Instituto Goethe.
El itinerario de la Escuela de Frankfurt comenzó en 1924, entonces su nombre era Instituto de Investigación Social. Su primer director fue Félix Weil; luego lo sucederán en este cargo, y con más honda huella, Horkheimer y Adorno. El proyecto de investigación frankfurtiano siempre se identificó, en términos ideológicos, con un marxismo revisionista. Y sus investigaciones se realizaron desde una independencia autofinanciada que mantuvo al Instituto distanciado de la academia universitaria y de los partidos políticos. El espesor de la historia del Instituto se expande mediante varios y sustantivos capítulos de la obra reseñada.
Primero, el texto historiográfico de Judy Slivi valoriza las actividades académicas de las mujeres en la fase temprana de las investigaciones frankfurtianas que permanecieron en las sombras; lo que se trasluce en el caso de Hilde Weiss, asistente de investigación que “cuando alguien se apropiaba de los resultados de su investigación sin hacer referencia a ella, lo decía abiertamente, ganando así, y a pesar de sus inmensas cualificaciones, el desagrado, sobre todo, de Adorno”.
Christina Engelmann investiga cómo Clara Zetkin, mujer feminista y comunista, amiga del fundador del Instituto, el mencionado Félix Weil, ejerció influencia sobre el programa temprano del Instituto en el que se entrelazaba un compromiso de política social con una teoría social crítica.
Veronika Duma descubre que la socióloga y política vienesa Käthe Leichter, pionera de la investigación social feminista, participó en los Studien über Autorität und Familie (Estudios sobre autoridad y familia), del Instituto, un tipo de investigación con antecedentes en Weber y Durkheim, que explora cómo la autoridad se manifiesta y se transmite dentro de la familia, y cómo esto deriva en una influencia determinada sobre el individuo y la sociedad.
Barbara Umrath sustrae de la penumbra a investigadores como Ernst Schachtel o Andries Sternheim, que se apoltronaron en los márgenes del Instituto por concentrase en el análisis de las desigualdades de género. Sternheim buscaba entender cómo el trabajo doméstico, realizado casi en exclusividad por las mujeres, era desestimado e infravalorado a la hora de su remuneración.
Karin Stögner camina por pasillos no advertidos para encontrarse con la psicóloga social austriaca Else Frenkel-Brunswik, exiliada en Estados Unidos y participante en los estudios frankurtianos sobre la personalidad autoritaria; mencionada como coautora en historiografías de la Escuela de Frankfurt, pero huérfana de visibilidad.
Sus aportes se propagaron hacia reflexiones sobre la historia de la ciencia, análisis de estereotipos en relaciones de género, y el teorema sobre la tolerancia y la ambigüedad. En este sentido, Frenkel-Brunswik “logra demostrar que la presión por llegar a un sentido unívoco y la intolerancia frente a la ambigüedad impide la identidad autónoma”.
Bruna Della Torre concentra su atención en la futura catedrática de Teoría Literaria, Elizabeth Lenk, doctoranda de Theodor Adorno que, mediante un intercambio epistolar, vertió su influencia sobre las posiciones adornianas en su obra final, la Teoría estética. Stephan Voswinkel observa la investigación del Instituto en las décadas del 70 y el 80 sobre la sociología de la industria que anexa el trabajo femenino y que, en esta dirección, luego se extiende a una sociología laboral feminista.
Y Voswinkel, junto con Sarah Speck, comparten un ensayo en el que reafirman la tesis según la que el aura de prestigio del Instituto en torno a las personalidades individuales masculinas funge como vector de invisibilización de un trabajo académico cooperativo más amplio; gesto androcéntrico que desvaloriza el «trabajo investigativo e intelectual de mujeres, precisamente por ser mujeres, y porque una serie de tareas que son necesarias para sostener y visibilizar la investigación permanecen estructuralmente invisibles».
Así, las mujeres de la Escuela de Frankfurt, hasta ahora poco conocidas, surgen a la luz desde una investigación feminista que recupera toda su valía y legado.
En las sombras de la tradición. Una historia de la escuela de Frankfurt en perspectiva feminista, VV.AA. (Eterna Cadencia).
