Clarín – la gran retrospectiva del Reina Sofía
Desde el 8 de octubre hasta fines de marzo de 2026, la planta baja del edificio Sabatini del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid alberga la exposición Máscara y Compás, dedicada a la artista Maruja Mallo, nacida en Galicia como Ana María Gómez González en 1902 y fallecida en Madrid en 1995.
La comisaria de la exposición ‘Maruja Mallo: Máscara y compás’, Patricia Molins. EFE/ Fernando VillarLa exposición reúne piezas de distintas colecciones y materiales procedentes de repositorios tal como el Archivo Lafuente, creado en 2002 por el empresario y coleccionista también gallego José María Lafuente (1957–) y situado en Cantabria, donde se reúnen numerosas colecciones y fondos documentales relativos al arte moderno y contemporáneo.
Entre ellos, 780 obras de arte y documentos de Maruja Mallo que el Reina Sofía ahora exhibe parcialmente en esta retrospectiva organizada de manera cronológica recorriendo sus series de pinturas y dibujos, sus exilios, su archivo, sus colegas y la construcción de su imagen pública de mujer moderna e independiente.
Quizás por eso, sus amores estén silenciados a pesar que parte de su trabajo dialoga con, por ejemplo, Rafael Alberti (1902–1999), con quien Mallo mantuvo una intensa relación sobre todo entre 1925 y1928 y que terminó cuando Alberti conoció a María Teresa León (1903–1988) y se casó con ella.
En ruinas
A raíz del silencio que esta le impuso al marido sobre el pasado amoroso reciente, esa relación se soslayó de la obra del poeta y la pintora a pesar que la serie Cloacas y Campanarios datada entre 1929 y 1932, va y viene entre lo que queda de esa ruptura y el mundo que los rodea: “Los campos derrotados, los templos derrumbados, las imágenes destruidas… las máquinas y las armas en ruinas”.
El Museo Reina Sofía presenta la exposición ‘Maruja Mallo: Máscara y compás’. EFE/ Fernando VillarEn esta serie, la figura humana aparece como huella, residuo, ropa o esqueleto abandonados, desperdigados en los baldíos. Una presencia real pero fantasmal que emerge del basural, donde pastan los animales mientras crecen las plantas y otros seres vivos como los hongos, que ya ni se sabe qué son.
Los despojos lejos de estar muertos, son parte de la vida que se alimenta de la muerte. “Para nosotros –dirían los surrealistas– nada de lo que nos rodea, es un objeto, todo nos es sujeto”. Para el arte así como para la arqueología, el basurero, el pozo donde se acumulan los desechos, es una colección de donde surgen los objetos que remiten a la vida que alguna vez fue y volverá a ser.
Cloacas y Campanarios mereció un artículo en el número 17 de la Gaceta de Arte de 1933, ilustrado con dos obras, una de las cuales –“Antro de fósiles”– insistía en la presencia de la destrucción y la muerte. Un sapo ensartado, los hongos, los esqueletos desmembrados, las lagartijas trepando por los muros, los toneles humeantes, las herraduras sin caballos, sobre esta serie la artista comentaría en 1992 las frases que, sin autor ni procedencia, abren la sala donde se reúne la serie: «En aquellos momentos me impresionaba la naturaleza eliminando los despojos del pasado, la tierra incendiada y encharcada. Las cloacas empujadas por los vientos, los campanarios atropellados por los temporales; el mundo de las cosas que transitan y que con frecuencia tropezaban por las estaciones de circulación».
El Museo Reina Sofía presenta la exposición ‘Maruja Mallo: Máscara y compás’. EFE/ Fernando VillarLos excrementos, los palos, las uñas y los fósiles marcan la tierra pero también esta serie que fue presentada en 1932 en la Galería Pierre de Paris, donde André Bréton adquirió “Espantapájaros,” una tela que hoy se puede observar en Madrid pero que pertenece a los esposos coleccionistas Jake y Hélène Marie Shafran, quienes desde Londres encabezan varias empresas de investigación de mercado y creación de productos novedosos para la industria del automóvil.
Además de “Tierra y excrementos” (1932) y “Antro de fósiles” (1930) de la colección del reina Sofía, la exposición reune “Huella” (1929), procedente de una colección privada madrileña, y “Basuras” (1930) de la Colección de Arte de la Fundación María José Jove de La Coruña, que se inicia a mediados de la década de 1990 con la voluntad de reunir una selección de obras de arte gallego que, posteriormente, se ampliará a otras geografías. Su titularidad pertenecía al billonario e inversor inmobiliario Manuel Jove Capellán (1941–2020), quien en 2005 la cedió con carácter temporal a la Fundación que preside su hija.
A ellas se suman “Grajo y excremento”, de la colección de Arte Contemporáneo Naturgy, la empresa madrileña que opera en los sectores eléctrico y gasístico, una de las tres grandes compañías del sector eléctrico en España, pues, junto a Endesa e Iberdrola, dominan en torno al 90 por ciento del mercado eléctrico nacional y que en 2021 estuvo entre las diez empresas que emitieron más toneladas de CO2 en España.
Sin dudas, este como aquel se trata de un mundo compuesto de restos, excrementos, grajos y basuras, el paisaje donde el poemario de Alberti (“Sobre los Ángeles”, 1929), mandaba a buscar a los ángeles muertos
Los mismos escombros que, en algún lugar de la Argentina, esconden los fragmentos del mural que Mallo, sobre el fin de su exilio en el país y antes de abandonarlo rumbo a los Estados Unidos, en 1945 hizo para el Cine Los Ángeles de la Avenida Corrientes.
El cine, obra de los arquitectos Abel López Chas y Federico J. Zemborain, había sido construido en un terreno muy estrecho pero sus curvas interiores daban la ilusión de una sala mucho más amplia.
Restaurante de comida rápida
Desde 1965 fue el cine oficial de Walt Disney en Buenos Aires pero en la década de 1990, una gran parte de su vestíbulo se transformó en un restaurante de comida rápida. Antes ya se había fragmentado como las cosas de las cloacas. En el año 2000, la ciudad nombró a este cine «lugar de interés cultural».
Maruja Mallo en su estudio. Foto: gentileza CCEBA.Era tarde: el mural había desaparecido. Reabierto en 2009 como un espacio multifuncional, fue cerrado en 2010 tras una demanda contra los propietarios.
Hoy en día, el auditorio permanece a la espera de un nuevo uso mientras la hamburguesería sigue operando y el colectivo Galegas na Diáspora, el 27 de septiembre de 2025 decidió honrar a Mallo con una placa en la puerta del cine donde, en otra era, alguna vez, estuvo el mural «Armonía plástica»: tres muros de 6,75 x 4 metros cuya iconografía procedía de registros documentales que había tomado en la costa chilena en uno de sus viajes al país vecino: algas, estrellas, medusas y cuerpos humanos submarinos y aerodinámicos, que “participan más del avión que del ángel, del submarino que de la sirena, porque se ha humanizado el mito al realizarlo.”
Las cartelas de la exposición del Reina Sofía recuerdan que Mallo no ahorraba en maquillaje pero sí en el cómputo de los años de esa vida que, por otro lado, consideraba indisolublemente unida a su obra. Esa resistencia a la descomposición, ese marxismo anticomunista que ella espeta en una entrevista de la televisión españolía de la década de 1990, quizás expliquen su obra tanto o más que el supuesto ecofeminismo que destacan las curadoras de esta exposición que tanto le debe a los negocios menos ecológicos del planeta.
